Cordillera del Viento

El Paso Pichachén había sido una incógnita para nosotros: era un camino muy poco transitado, tan solitario que muy pocos lo conocían, y en el 2008 luego de recibir algunas referencias poco precisas y de haber visitado una y diez veces Google Earth para poder informarnos e imaginarnos el camino, nos animamos y con expectativas moderadas, decidimos planificar un viaje de reconocimiento.

En este viaje, realizado en 4×4, debíamos evaluar la factibilidad del recorrido para mountain bike, sus desniveles y kilometraje, teniendo en cuenta la belleza de caminos y paisajes, la posibilidad de enlazar las etapas y darle al recorido una dificultad razonable y homogénea, sumando la necesidad de hacer buenos campamentos entre etapa y etapa, aprovechando todo lo que la cordillera tenga para ofrecer.

Luego de haber relevado el circuito en el verano del 2009 y de haber marcado el recorrido con un GPS para registrar las distancias y desniveles, quedaba un año por delante para hacer la debida promoción de la región y de la travesía.

El Paso Pichachén era una incógnita para nosotros y nos sorprendió increíblemente! Era un camino de montaña hecho a medida. La variedad de paisajes, los picos nevados, la laguna ?La Laja? de un azul intenso en medio de los Andes, la virginidad del camino, la variedad de climas y relieves de un día a otro, la magnitud de los Andes expresadas en el ?Cerro Domuyo? de 4700mts y la Sierra Velluda de 3865mts no nos dejaron lugar a dudas: ?había que organizar una travesía allí!

El Paso Pichachen había sido vía de comunicación para los indígenas araucanos y mapuches durante siglos y había sido vía de fuga también para contrabandistas que comerciaban en los que luego serían Argentina y Chile. En 1806 se trazó la primera ruta interoceánica desde Concepción (Chile) a Buenos Aires, a través del Paso Pichachen pero con el tiempo perdió importancia.

Hoy es un camino que permanece cerrado entre abril y diciembre debido al durísimo clima invernal de los Andes, luego el hielo y la nieve ceden ante los primeros rayos de sol primaverales que generan un deshielo monumental, y luego en verano, con las aguas mas calmas y buenas temperaturas, se lo habilita para el transito de aventureros.

La travesía

Nuestra aventura comenzó en Chos Malal, ciudad de origen minero y petrolero que se encuentra a ochocientos metros sobre el nivel del mar en la Provincia de Neuquen, en la Patagonia argentina. Ese día domingo, luego de desayunar, se veían las caras de ansiedad y nervios, como quien no puede esperar a que la aventura empiece de una vez.

Luego del ?briefing? necesario el grupo comenzó a rodar. A los minutos todos se dieron cuenta porque esta travesía no se llama ?Brisas del Pacífico? o ?Caricias de la montaña?: Sopla un viento fenomenal de 40km/h de frente que duplica el esfuerzo a realizar.

Para que no haya dudas, el Paso Pichachen nos sorprende con el Volcán Tromen de casi 4000 metros y el coloso Cerro Domuyo, el más alto de la Patagonia a los pocos kilómetros rodados.

Los primeros veinte kilómetros son ideales para ?estudiar? al grupo: algunos llevan una mala postura en la bicicleta y en una travesía exigente esto se transforma en molestias y dolores. A otros, sus bicicletas les hacen distinto tipos de ruidos, y es fundamental poder sacarlos para evitar roturas mecánicas y un derroche de energía.

Pasado el mediodía, luego de cuatro horas, el último ciclista llegó a la parada de almuerzo: Un oasis bajo la sombra, sobretodo protegido del viento! donde disfrutamos unas riquísimas empanadas. Llegamos al campamento en Huinganco a las 18hs, con mucho cansancio, pero con la alegría de saber que el primer día había sido cumplido, y que habíamos superado 1375 metros de desnivel y 61km, en un escenario inigualable.

La sorpresa estaba siempre presente: Esa noche cenamos cabrito de los Andes con vino Malbec de Mendoza.

2? Día: La primera noche de campamento había sido buena, la transición al salvajismo completo era progresiva, ya que todavía teníamos baños de verdad, un lujo que perderíamos a partir de la segunda noche de campamento. Luego de un desayuno completo y de haber cargado las baterías, comenzamos nuestro recorrido de 43km y 950metros de desnivel para superar. La jornada nos llevaba subiendo y bajando de valle en valle, conociendo los verdaderos ríos de montaña de la Patagonia, de un azul intenso, utilizados para la pesca de truchas con mosca. Cruzamos el río Neuquen, el río Nahueve, el Lileo hasta llegar al almuerzo: Jamón crudo con melón y tartas. En esta travesía contábamos con una gran ventaja: mientras que el grupo pedaleaba y sacaba fotos, un equipo de cuatro argentinos tenía la tarea de preparar los campamentos y las comidas, liberando a los ciclistas de tener que cocinar o montar los campamentos luego de jornadas muy exigentes.

Después del almuerzo cruzamos una lengua volcánica, un enorme desierto de piedras negras con muy poca vegetación, que daba la dimensión de lo que pudo haber sido una erupción volcánica en el pasado. El lugar elegido para el campamento era inmejorable: verde, en medio de un cañón y junto a un río de montaña. Esa noche celebramos con champagne y en medio de los Andes el aniversario de casamiento n? 36 de Martín y Lucia, un matrimonio argentino que había hecho decenas de viajes en bicicleta.

El tercer día comenzó soleado, pero poco después de haber iniciado la etapa, demostró porque los Andes son los Andes. En minutos la temperatura habrá bajado casi 10? obligando a los ciclistas a recurrir al abrigo obligatorio que cada uno debía transportar en su mochila. También había una bolsa azul que siempre estaba en los vehículos de asistencia que iban adelante con un segundo abrigo para cada ciclista. De esta forma, cada ciclista contaba con un polar o rompevientos consigo mismo, y otro en cada vehículo de apoyo.

Luego de 26km llegamos al control de Gendarmería argentina, donde se haría el trámite de aduana y migraciones. Para aprovechar el tiempo perdido, la organización preparó el almuerzo. En la tarde ingresamos en el ?Cajon del Pichachen? realizando un ascenso de trescientos metros en doce kilómetros.

Tomar el baño post bicicleta fue un desafío en esta altura. Sin dudas, lo mejor era tomar el baño con los rayos del sol de la tarde, pero que frío! Cada uno tenía su técnica, estaban los que hacían baño checo, como los que decidían sumergirse y bucear en el agua helada!

Esa noche, mal llamada ?Tequila night?, fue la noche más fría, llegando a -1? en la madrugada. Disfrutamos de un risotto con pesto y salsa de panceta, champignon y vino blanco, y entre el tequila y el Malbec, esa carpa comedor estalló en risas y música brasileña, logrando definitivamente una integración excelente entre los ciclistas argentinos, los brasileños y el único ciclista chileno. Al día siguiente las carpas amanecieron con una capa de hielo en sus techos.

El cuarto día amaneció con poco viento, las condiciones ideales para hacer el ?ataque a la cumbre?. El ascenso era intenso: más de cuatrocientos metros a superar en ocho kilómetros. Con un deseo de superación movido por una energía inexplicable, los ciclistas devorábamos kilómetros hasta llegar al final del ascenso. Ese lugar era demasiado lindo para poder describirlo. Todos nos quedamos mudos durante minutos y más minutos mirando el horizonte, contemplando el Volcán Antuco de más de dos mil novecientos metros y la imponente Sierra Velluda de tres mil ochocientos sesenta y cinco.

El descenso fue corto pero impresionante: Sobre un suelo de arena volcánica, nos deslizamos a velocidades indecentes, en un escenario maravilloso. El primer descenso duró ocho kilómetros, con lo cual el resto de la etapa no fue tan fácil, el viento comenzó a soplar y los veinte kilómetros hasta llegar al control ?Los Barros? de Carabineros de Chile fueron largos. El equipo de apoyo aprovechó la demora natural del trámite aduanero y migratorio para preparar el almuerzo y alimentar a los ciclistas.

El campamento de esa tarde fue una obra de arte! Las carpas solitarias junto al río con el atardecer que convirtiendo la nieve blanca del Volcán Antuco en distintos tonos de naranja es una imagen que ninguno olvidará.

En el cuarto día rodeamos el volcán por el oeste y el norte, dejando la increíblemente azul laguna ?La Laja? sobre la derecha. Fue una etapa fotográfica, nadie pudo resistirse a tomar por lo menos un par de fotos.

Luego de esos dieciocho kilómetros iniciales, comenzó un nuevo descenso hacia el inicio del asfalto. Como la etapa era de sesenta kilómetros, el equipo de apoyo hizo dos paradas intermedias para poder hidratarse y comer algunas frutas y barras con el fin de recuperarse. Finalmente en el kilómetro treinta y uno llegamos al asfalto. Algunas partes de nuestros cuerpos estaban felices de iniciar sus vacaciones?

La transformación de la vegetación de montaña, en la del bosque húmedo fue radical: Cipreses, Radales, Lengas, Coihues y ñires cubrían las laderas de las montañas, mientras que cascadas de deshielo aparecían por todas partes.

Cumplida la etapa, disfrutamos de un baño en el Río Rucue, el agua no tan fría invitaba a que el baño fuese más prolongado. Esta noche, luego de disfrutar de unas riquísimas pastas, la integración grupal era total. En un portuñol muy divertido le cantamos todos el feliz cumpleaños a Wilma.

La última etapa nos llevaba lentamente a la civilización: la transición era suave pero no se detenía, poco a poco aparecía el tráfico rural que nos recordaba adonde pertenecíamos. Con la resignación de saber que dejábamos un mundo ideal, pero concientes de que éramos rehenes de este mundo lleno de confort y comodidades, nos entregamos a un ritmo deportivo intenso, seguramente cada uno haciendo el balance de lo vivido en esos días. Los últimos diez kilómetros hasta Los ángeles se hicieron en pelotón y con el grupo completo. Era una manera de transformar un deporte individual en un deporte grupal, una manera de transmitirnos entre nosotros y a los demás que habíamos logrado cruzar los Andes en grupo y que resultaba irrelevante quien llegaba primero y quien llegaba último.

El festejo fue emocionante; vi en esas caras cientos de miedos superados, horas y horas de entrenamiento, esfuerzo y dientes apretados, vi personas rejuveneciendo, vi felicidad y una enorme satisfacción profunda y trascendental de sueño cumplido.

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